FILSA


Todos los años le hago el quite a la FILSA, Feria Internacional del Libro de Santiago, y alego que no me llama la atención, pero finalmente siempre termino yendo por distintas razones, la mayoría de las veces porque algún conocido lanza un libro, una vez fui incluso a hablar de autogestión debido a VITAE. En fin, este año como inconsecuente que soy, fui a una charla sobre unos libros de Juan Emar y más encima me compré 5 libros, todos muy interesantes (la novela gráfica de una de mis películas favoritas: Vals con Bashir, un libro con la historia de estudios Ghibli, el libro con la historia de King Kong ilustrado por Anthony Browne, textos inéditos de Rodrigo Lira y el libro Crucial de fotos y poemas donde uno de los creadores es mi amigo Pablo). 
En general disfruto mucho más La Furia del Libro, La primavera del Libro y la Feria del libro usado de la U Mayor, menos parafernalia y creo que hay más amor por los libros, aunque acepto que casi todo es finalmente un negocio, una industria. 
¿Por qué cuento esto? No sé, pero supongo que debe ser para justificarme a mí mismo y también públicamente, la costumbre compulsiva, por no decir aweoná, de adquirir libros. Frente a eso no puedo negar que siento cierta culpa, porque parte de mi presupuesto anual se me va en eso y porque el otro día una amiga me dijo que de seguro la tasa de compra era mayor a la tasa de lectura, me dio pavor que eso estuviera pasando y saqué la cuenta, por suerte estaba equivocada, en un año leo el doble de libros que entran a mi casa (compras y regalos), aunque claro, al ritmo que voy necesito 10 años para leer todo lo que tengo sin que entre ninguno más, situación que de seguro no pasará.
Entonces sigo justificando este asunto porque me siento cómodo en mi living rodeado de libros, porque esta biblioteca tiene mucho de mí, más que yo de ella, y cuando vienen amigos ahí están los libros esperando a que alguien hable de ellos, dibujos, poemas, fotos, tipos de papel, de encuadernación, etc. Mi biblioteca es más ordenada que mi forma de hablar, ojalá tuviera yo repisas para mis ideas. Sigo creyendo que los libros no están de más, siempre digo que alguna vez me salvarán de la miseria, y espero no sean ellos mismo los que me lleven a eso, aunque de alguna manera la poesía me inclinó a la austeridad, que no es lo mismo que la miseria, mas uno puede perderse. 
Estar constantemente consciente de la multitud de libros, por tanto ideas y palabras, me hace sentir más intrascendente en la importancia de las palabras que comparto y a la vez más responsable, o sea, no hablar por hablar, no escribir por escribir, aunque como acaban de darse cuenta después de todo este divagar, he vuelto a pecar.

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