Matthías Sindelar, el Mozart del fútbol

"La tragedia de Sindelar había comenzado a fraguarse con el avance del nazismo en Europa y la anexión de Austria a Alemania sentenciada por las tropas de Hitler en 1938. Hasta ese momento Matthías Sindelar destacaba en su país como una de las máximas figuras del fútbol local y de la selección naciona. Goleador, había sido el mejor jugador del seleccionado austriaco en el Mundial de Italia de 1934, y era públicamente conocido como "el Mozart del fútbol".
Con la anexión de Austria al Tercer Reich, algunos de los futbolistas de ese país fueron convocados a la selección alemana para jugar el Mundial de Francia en junio de 1938. Entre los llamados estaba, por supuesto, Matthias Sindelar. El equipo alemán tenía por costumbre presentarse en la cancha y ejecutar el saludo nazi, con el brazo extendido hacia adelante. Sindelar se negó a sumarse a la selección de Alemania y rápidamente ingresó a la lista negra.
No fue el único valiente. Al capitán de Austria , Nausch, lo presionaron los nazis para que se divorciara de su esposa, de origen judío, pero Nausch prefirió huir con su pareja a Suiza, donde siguió jugando fútbol. Sindelar, en cambio, no alcanzó a escapar, debió retirarse del fútbol y desde entonces fue un perseguido político del régimen nazi, que ofreció una recompensa a quien lo delatara.
[...] Ocultos durante meses, Matthias Sindelar y su esposa, la italiana Camila Castagnola, se suicidaron en enero de 1939 inhalando gas de la cocina para evitar ser detenidos y terminar como prisioneros de campos de concentración, aunque hay versiones que dicen que ambos fueron asesinados después de haber sido delatados por un amigo.
En Viena, miles de telegramas enviados desde distintas partes del mundo al club en donde él jugaba atascaron el correo durante quince días, y cerca de cuarenta mil personas fueron a despedir sus restos en el cementerio en medio de "la amenazante presencia de los soldados nazis".

- De "La vida deshilachada", una selección de las crónicas Tiro Libre en la revista El Sábado, de Francisco Mouat -


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