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Mostrando entradas de junio 10, 2012

La fiesta del árbol

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Vi a mi paso por Panamá algo que yo había soñado muchas veces: lo que sería la ciudad ideal. En el sitio elegido para hacer el Panamá norteamericano había vegetación espléndida. Se hicieron solamente claros en el bosque para las casas; se trazó una red de caminos rurales, y aquello fue una población, sin haber dejado de ser el campo. Se respetaron las palmeras magníficas, los cedros espesos, los luminosos bananeros. Los civilizadores —aquí la palabra es verdadera—, en vez de desposeer a la vegetación, sólo le pidieron su amparo para alzar sus casas. Afortunadamente, empieza a nacer en nosotros un nuevo sentido de la vida. No es la vuelta a la Naturaleza que quería Rousseau, violenta y absurda; es una especie de transacción entre la vida moderna y la vida antigua. Con todo el refinamiento contemporáneo, queremos plantar la casa en el campo, gozar como el primitivo el aura de la tierra, sin desprendernos de las ventajas que nos ha dado la época, como son la facilidad en el trabajo y l