Dueñas de Casa
De tanto hablar de soledad y muerte, hoy viven como dueñas de esta casa. Las conocía, sí, yo las cantaba: eran parientes que en mi sangre estaban. Conocía su pan y sus bordados, sus mistelas oscuras, sus resabios. Eran dos viejas tías que vivían modelando tristezas en su isla. Mas todo era tan vago y tan lejano. Eran palabras sin los viejos labios. Pero un día llegaron y pasaron por la puerta cerrada de mi casa. Entraron con sus faldas y rebozos, con sus rostros transidos y sin ojos. Apagaron las flores con su hielo. Le borraron el cielo a las ventanas. Y hoy me imponen vacío, me rodean con su silencio de madera blanca. Ponen salsas amargas en mis platos y me escancian un vino solitario. Y en las noches despierto y las sorprendo, con sus cuencas mirándome a la cara. Y nada puedo hacer, no puedo nada. Sus lúgubres maletas instaladas, me las muestran quedadas para siempre. Esta casa no es mía: está cerrada. Yo soy un prisionero de la nada. Mis llav...