El cine

 La fuente permanente de lo imaginario es la participación. Necesitamos que lo que existe ante nuestros sentidos sea una parte insoslayable del total de la existencia, por eso vamos al cine, escuchamos relatos, conversamos, creemos en lo que no vemos y vemos lo que no creemos. El cine cumple esa importante función desde que la necesidad de verificación del mundo material se impuso a los imaginarios del habla y de la escritura. La primera por permanecer atada a lo emocional y pre-científico, la segunda por excluir la participación colectiva en el discurso social, limitándose a analizarlo.


El cine unifica y sintetiza ambas tendencias. Pertenece por igual al pensamiento científico y materialista y a la calidez oral, democrática y participativa. No suma una cosa a la otra, sino que se propone como una nueva posibilidad de la vieja caverna ilustrada del paleolítico, en la que todos por igual pueden entrar, comprender y participar de la revelación del mundo. Por eso las historias que el cine cuenta requieren de menores esfuerzos de traducción que las que el habla y la escritura exigen. En el cine no hay pies de página, índices bibliográficos, ni glosarios. Los simples lo agradecen llenando las arcas de los magnates del imperio planetario del cine. Los intelectuales, siempre menores en número, se mezclan en esta multitud y comparten el brazo de su transitoria butaca con el obrero, con el latifundista, con el sacerdote y con todos los privilegiados, reales o no, de la democracia.


- extracto del libro "La verdad imaginaria. Los mitos van al cine" (2013) de Vera-Meiggs -




Comentarios

Entradas populares de este blog

Emborráchense

Lucho Awards 2022: Libros

Los anárquicos reyes, los descarriados magos