El grito
Me dicen
que respete las leyes,
la Constitución del Estado,
los reglamentos,
las costumbres establecidas.
No puedo acatar nada,
soy una hoja,
nada tengo que hacer con esas flores,
por ese anchuroso lado
sobre de pie a cabeza.
Me cuentan al oído
historias edificantes
de oficiales pundonorosos
y funcionarios de carrera;
pero yo soy un pájaro perdido
no tengo medallas,
no estoy obligado a nada.
* * *
Me crié en la espesura,
vengo de la hojarasca
y, ay Dios, si yo pudiera,
al retornar a tierra
recobrar mis instintos:
comerme al hombre quiero,
al hombre con corbata,
con bisagra,
con plancha,
comerme al hombre quiero.
Me miro en lo que soy,
entre real, a veces, o hipotético;
me palpo con los ojos
y me descubro sobrevivido,
me pesa sobre los hombros
el traje de diablofuerte.
Con ojos inmisericordes
me contemplo:
me condeno a mi mismo
por mi carencia de afirmación y desafío,
por mi impasible cara de palo.
Difícilmente encuentro
razones que me justifiquen.
Apretando los dientes me pregunto
¿quién te da el pan, poeta,
si tú no lo sustraes
destripándote a ti mismo
-asesino evidente-,
rasguñando día y noche
empecinado y mañoso
sobre una costra dura?
Me vienen ganas incontenibles
de incendiar la oficina,
echar al diablo tanta papelería inútil,
números, oficios , fichas
horarios y estadísticas
sin pasión ni rocío.
Tanta fórmula estricta
y tanto timbre,
y para arriba y para abajo
tanto usía,
y por las orillas
ningún arranque de la sangre,
ningún beso salvaje,
ningún trino.
Entre tanto
la Secretaria al frente,
perfumada y alada:
boca, nariz, garganta,
pestañas como alamedas.
Qué hace tu sangre antártica, entonces,
bestia domesticada,
qué hace tu diente carnicero,
perro de presa.
Tránsito suspendido,
subió la leche,
no hay carne en ninguna parte,
escondieron el té;
debes pagar impuestos,
te queda un saldo en contra,
debes siete botellas,
viene la policía.
* * *
Irme saltando muros
como escapado de la cárcel,
correr con el corazón fuera del pecho
hasta los propios límites del mundo,
hundirme en la soledad,
perderme en el vacío.
Háblenme de la ley escrita,
del estatuto orgánico,
de la educación, señores;
El buen comportamiento
y las buenas maneras.
Qué tiene que ver con esas plumas
un buscador de miel como yo,
un picaflor, a penas,
que con el aire puro se emborracha.
Un día nací, es cierto,
pero nací llorando,
y tan evidente disconformidad,
afirma mi derecho
a contrariar los códigos impuestos,
a defender como una fiera
mis deleitosos defectos:
únicas conexiones
que tienen sabor a vida.
Del poeta chileno Juvencio Valle (1900-1999)
de su libro Estación al atardecer (1971)
que respete las leyes,
la Constitución del Estado,
los reglamentos,
las costumbres establecidas.
No puedo acatar nada,
soy una hoja,
nada tengo que hacer con esas flores,
por ese anchuroso lado
sobre de pie a cabeza.
Me cuentan al oído
historias edificantes
de oficiales pundonorosos
y funcionarios de carrera;
pero yo soy un pájaro perdido
no tengo medallas,
no estoy obligado a nada.
* * *
Me crié en la espesura,
vengo de la hojarasca
y, ay Dios, si yo pudiera,
al retornar a tierra
recobrar mis instintos:
comerme al hombre quiero,
al hombre con corbata,
con bisagra,
con plancha,
comerme al hombre quiero.
Me miro en lo que soy,
entre real, a veces, o hipotético;
me palpo con los ojos
y me descubro sobrevivido,
me pesa sobre los hombros
el traje de diablofuerte.
Con ojos inmisericordes
me contemplo:
me condeno a mi mismo
por mi carencia de afirmación y desafío,
por mi impasible cara de palo.
Difícilmente encuentro
razones que me justifiquen.
Apretando los dientes me pregunto
¿quién te da el pan, poeta,
si tú no lo sustraes
destripándote a ti mismo
-asesino evidente-,
rasguñando día y noche
empecinado y mañoso
sobre una costra dura?
Me vienen ganas incontenibles
de incendiar la oficina,
echar al diablo tanta papelería inútil,
números, oficios , fichas
horarios y estadísticas
sin pasión ni rocío.
Tanta fórmula estricta
y tanto timbre,
y para arriba y para abajo
tanto usía,
y por las orillas
ningún arranque de la sangre,
ningún beso salvaje,
ningún trino.
Entre tanto
la Secretaria al frente,
perfumada y alada:
boca, nariz, garganta,
pestañas como alamedas.
Qué hace tu sangre antártica, entonces,
bestia domesticada,
qué hace tu diente carnicero,
perro de presa.
Tránsito suspendido,
subió la leche,
no hay carne en ninguna parte,
escondieron el té;
debes pagar impuestos,
te queda un saldo en contra,
debes siete botellas,
viene la policía.
* * *
Irme saltando muros
como escapado de la cárcel,
correr con el corazón fuera del pecho
hasta los propios límites del mundo,
hundirme en la soledad,
perderme en el vacío.
Háblenme de la ley escrita,
del estatuto orgánico,
de la educación, señores;
El buen comportamiento
y las buenas maneras.
Qué tiene que ver con esas plumas
un buscador de miel como yo,
un picaflor, a penas,
que con el aire puro se emborracha.
Un día nací, es cierto,
pero nací llorando,
y tan evidente disconformidad,
afirma mi derecho
a contrariar los códigos impuestos,
a defender como una fiera
mis deleitosos defectos:
únicas conexiones
que tienen sabor a vida.
Del poeta chileno Juvencio Valle (1900-1999)
de su libro Estación al atardecer (1971)
La firme que no conocia ese escrito,de manera que es bueno haberlo leido para conocerlo.
ResponderEliminarLo del eledino igual estuvo bueno.me gusto.
y que pasa con el otro poeta chileno llamado Luis Villegas?, saludos amigo, tanto tiempo, de momento visita mi blog http://zoetrope-kingdom.blogspot.com/
ResponderEliminarno es como los de antes, pero es lo que hay.
Saludos.
IZ
IZ -> ¿Ivan Zamorano?
ResponderEliminarorale!
bueno, yo he tenido el privilegio de estar a tu lado mientras lees el libro y de escuchar los mejores poemas de este bucólico poeta.
Bueno ,pero eso de comerse al hombre , xaxu , salud-os de tu perro amigo .
ResponderEliminarbuena... me gusto mucho eso de "¿quién te da el pan, poeta,
ResponderEliminarsi tú no lo sustraes
destripándote a ti mismo"...
es de esas pequeññas frases que te invitan a pensar en muchas cosas. podria ir en las "citas " de ñla eb del Pájaro..wena