REFLEXIONES PREVIAS A LAS ELECCIONES


¿Qué se vota cuando se vota (si es que se vota)?
Se vota por un candidato? Por la idea que tenemos de un candidato? Por un programa? Por la idea que tenemos de un programa?
Por el mal menor? Por el mal? Por mi bien? Por el bien de todos?

En estos días que muchos tratan de convencer a otros por sus candidatos, o que hay que votar o que no hay que votar, les aviso que yo no quiero convencer a nadie de nada porque ni yo estoy convencido de lo que hago y menos de lo que digo o escribo. 
Veo tanta arrogancia, sobretodo en la izquierda en todas sus formas. Que los amarillos, que los fachos pobres, que los extremistas, que los zánganos, que los impuros de corazón. Supongo que es el triunfo de este sistema: el individualismo, el yo por encima de todo, de todos. Suponer que nadie tiene razones para hacer una u otra cosa. Ver todo desde mi burbujita que a veces ni siquiera pasa de facebook.
Despreciar a los mismos que luego dicen representar es el verdadero pecado.

¿Cómo es eso de que quien no vota después no puede alegar?
Quien no vota puede luego alegar igual, ese es el juego democrático, no que aleguen sólo los que piensan como yo, hacen como yo, trabajan como yo.
Tanto en votantes como en no votantes hay quienes son críticos y hay quienes son flojos, hay quienes saben lo que hacen y hay quienes no lo saben. Me cago en esa superioridad moral y paternalista.

No creo que las votaciones sean el comienzo de una nueva etapa como muchos dicen, pienso que en realidad es la decantación de un proceso, la parte final de una etapa en muchos casos invisible. Quienes ganen la elecciones partieron el juego hace años, tal vez desde que nacimos. Quienes quieren soluciones inmediatas seguramente se equivocarán vez tras vez, porque el juego político se disfraza de coyuntura y en realidad es de tiro largo. Pan para hoy, hambre para mañana. Y los medios nos dicen que hoy tenemos hambre.
La elección parlamentaria es quizás más importante que la presidencial, pero nuevamente somos víctimas de hablar de lo que todos hablan y no de lo que queremos hablar.
Mucho tiempo no vote, ahora voto, no creo ser un inconsecuente, ni un iluminado que se fue por buen camino, si me diera flojera y no fuera, tampoco me sentiría culpable, cada uno tiene su historia, sus tiempos, sus motivaciones. 
Deseo que ojalá la mayoría vote, pero también desearía que la mayoría se indigne diariamente por las injusticias de un país que avanza, aunque va leguas atrasado. Desearía que la mayoría se exprese de muchas formas, no sólo con un voto, que a esta altura es más simbólico que nada, y ese es el respeto que, al contrario de otros, poseo. La historia se construye finalmente con símbolos. Porque falta poesía en todo, en los candidatos (admitamos que no hay ningún candidato bueno de verdad), en las consignas, en los discursos y por lo mismo en los votantes.
Desearía que la mayoría de la gente tuviera más opciones de felicidad, sólo eso, y me cuesta creer que marcar una raya cada 2 o 4 años sea suficiente. Es un acto democrático como tantos otros, y sería mucho más útil si se diera en un país de condiciones democráticas. Condiciones que se deben construir desde todos los frentes posibles: en el bar, en la calle, en las aulas, en el trabajo y, bueno, a veces también desde las urnas.

Lamento tantos "quizás", "tal vez" y "peros" que siempre me salen al escribir, y es debido a que no creo que mi opinión sea necesariamente razonable, ni siquiera sé a que va, es sólo un divagar donde mi conciencia le da permiso a todos para que actúen como les plazca, aunque obviamente nadie me deba pedir permiso.
Odio a la derecha, me deprime Piñera, más aún Kast, pero no vine a escribir de eso. Sólo quería acusar la soberbia de quienes se creen dueños de la verdad cuando la verdad es que el matonaje seudointelectual no calienta a nadie.
Este fin de semana haga la weá que quiera, pero luego, de a poco tratemos de ir pensando en el otro, para luego quererlo, entenderlo y confiar en que la mayoría puede remar para el bien común.
He dicho.

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