La cuadratura del círculo

"[...] Ese problema era la cuadratura del círculo.
El funcionario desplazado había adquirido, en el curso de sus estudios, la convicción de que las pruebas por las cuales la ciencia demostraba la imposibilidad de esta construcción no eran sólidas, y que la Providencia le había alejado de la humanidad inferior del mundo de los vivos y le había transportado aquí, porque le había elegido para transformar ese problema insoluble en una de las posibilidades terrenales.
Trazaba círculos y efectuaba cálculos en todas partes donde se hallaba, cubría cantidades formidables de papel con cifras y rayas, con signos algebraicos, y su rostro bronceado, el rostro de un hombre aparentemente sano, adquiría la expresión de un maniático. Su conversación se refería exclusivamente, y con espantosa monotonía, al número proporcional pi, a esa fracción desesperante que el genio inferior de un calculador llamado Zacarías Dase había calculado un día hasta doscientas cifras decimales, y eso por puro lujo, porque ni dos mil decimales habrían agotado las posibilidades de obtener una precisión irrealizable.
Todo el mundo procuraba escaparse de aquel pensador atormentado, pues los que él conseguía cazar tenían que escuchar palabras apasionadas destinadas a hacerles ver la vergüenza que constituía para el espíritu humano la irracionalidad irremediable de esa proporción mística. La inutilidad de las multiplicaciones eternas del diámetro por pi, para determinar la periferia del cuadro, para obtener el área de la superficie del círculo, hacían pasar al procurador por accesos de duda.
Se preguntaba si, desde el tiempo de Arquímedes, la humanidad había complicado inútilmente la solución del problema, y si esta solución no era en realidad, de una sencillez pueril. ¡Cómo! ¿No podía convertirse en recta la línea circular? ¿No se podía cambiar toda línea recta en un círculo? A veces Paravant se creía muy cerca de una revelación. Se le veía con frecuencia, a altas horas de la noche, sentado ante su mesa, en el comedor vacío y poco alumbrado. Disponía cuidadosamente un pedazo de hilo en forma de círculo; luego lo estiraba bruscamente, lo convertía en una línea recta; y después, apoyado en la mesa, se perdía en una meditación amarga.
El consejero le animaba algunas veces y hablaba con él. El desgraciado se dirigió también a Hans Castorp, en cierta ocasión, y luego en otra, porque había encontrado en él una simpatía amorosa hacia el misterio del círculo. Demostraba al joven el callejón sin salida de pi por medio de un dibujo muy preciso, en el cual, realizando un esfuerzo jamás visto, había encerrado un círculo en un polígono exterior y otro interior, de lados minúsculos e innumerables, con el máximum de aproximación a que el hombre puede llegar. Pero la curva se escapaba de una manera espiritual a la racionalización del cálculo.
—Eso —decía el procurador Paravant, con el maxilar inferior tembloroso—, eso es pi."


- Extracto de la novela ‘‘La montaña mágica’’ de Thomas Mann -




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