Te recuerdo Amanda

Víctor Jara, símbolo del movimiento, llegó del campo a la Estación Central siendo niño. Su familia era conocida para Nano Núñez y el Baucha, a quienes escuché hablar de su hermano Charagua y de toda la familia Jara con naturalidad. Tal vez porque me seducen las paradojas, siempre me ha conmovido un relato que registré en casete durante una entrevista a Nano: "El papá de Víctor Jara era lechero, Manuel Jara se llamaba. Conocí a la señora Amanda también. La señora tenía una pensión aquí en la Pila. EL padre andaba de poncho de castilla y cantaba: Está tomando Manuel, roto de mucho billete... - Nano hace una pausa, tratando de recordar los otros versos, sin conseguirlo-. Y seguía con cuecas cochinas: la puta, la puta que te parió, la que te, la que te estiró las patas, la que te, la que te rajó el ombligo, con una, con una cuchara de lata. Después la señora Amanda puso acá en la Vega Poniente una pensión, así que vendieron a la señora Panchita, me acuerdo, la pensión que tenían en la Pila de Ganso".
Manuel entonces no era un obrero de fábrica, ni Amanda corría a buscarlo a la hora que la sirena anunciaba el fin de la jornada. Manuel era un roto independiente que cantaba cuecas y seguramente frecuentaba casas de remolienda como las que describen Edwards Bello y Nano Núñez. Porque la emblemática canción de Víctor Jara (Te recuerdo Amanda) -una de las más bellas de toda esa generación- es más que una simple y trágica historia de amor.
Víctor, al caracterizar a su padre entre un grupo de obreros saliendo de la fábrica con la mirada de quien es irremediablemente dueño de su futuro, para luego enfrentar la muerte heroica en la "sierra" -en cinco minutos, la vida es eterna...suena la sirena...- nos sitúa en un contexto más inspirado en el realismo socialista que en su propia realidad. Es el sueño de Recabarren hecho canción, con un final trágico.
El músico Jorge Coulón, en su biografía de Víctor Jara describe al padre como "un campesino analfabeto... (para quien) sus frustraciones existenciales, su incapacidad de cambiar sus tristes circunstancias, encuentran desahogo en el alcohol y como corolario en la violencia intrafamiliar. Su horizonte cultural no le permite ver más allá de ese mundo". Y sigue: "Amanda y Manuel pasarán al imaginario popular inmmortalizados en una canción en la que juegan roles que nunca vivieron, casi como actores de una ficción en la que la aparición de sus nombres es el homenaje de este hijo que los retrata en una historia de amor".

- Extracto del libro "El que sae, sae. Crónica personal de la cueca" de Mario Rojas -


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