Un trabajo como cualquier otro
Tres hombres tironean a Amelia de los brazos. Amelia que escribe en su carta: me llevan por pasillos y me meten en una pieza pequeña donde hay un camarote sin colchón. Sobre las cinchas desnudas hay un par de guantes plásticos. El cuarto tiene un olor especial, tibio y espeso. Un muchacho solo está sentado en una silla de madera. Me dice que me siente a mi vez, y me explica tranquilamente que su guardia acaba de terminar; yo no soy para él, pues va a irse y mi sesión le tocará al siguiente. Le pregunto si es él quien tortura. me responde que sí. "¿Cómo es? - Ya lo verás tú misma en un momento. - ¿No tiene pesadillas en la noche? - No, ¿Por qué? Es un trabajo como cualquier otro, ni más ni menos".
Una casa de tortura que funciona como un reloj. Se entiende que la gente pueda enloquecer; uno entra y la trampa se cierra. Si se gana tiempo, se sobrevive; y sólo se sale con vida agazapándose, dejándose moldear. Adaptarse implica olvidar el afuera, el antes y el mañana. Entonces uno ya no distingue los colores, el día y la noche, el bien y el mal.
...El hombre sale del cuarto y entran otros. amelia sólo distingue al Guatón Romo. Me desvisten, me tienden desnuda en la cama, me amarran las muñecas y las piernas extendidas a las cinchas metálicas. Comienzan a aplicarme descargas eléctricas en el cuerpo, un poco por todas partes. Se detienen y uno de ellos dice: "Bueno, ya sabes cómo va a ser ésto. O contestas a las preguntas, o seguimos. Levanta el dedo apenas quieras hablar".
Es terrible, pero soportable.
Empiezan de nuevo. esta vez las descargas son más prolongadas, sobretodo en el ano, la vagina y los pezones. Frases: "¿Tú eres la amante de fulano? Anda, contesta: ¿Con quién te acuestas? Huevona, puta.Queremos casas y nombres de miristas...". Amelia balbucea una respuesta, no tiene nada preparado. Más bien nos habían dicho: hay que aguantar, no decir nada, no soltar nada, ni siquiera tu nombre. Amelia miente y se acumulan las incoherencias; las contradicciones de una confesión forjada al impulso de cada descarga quedan al desnudo unos minutos después. Amelia insiste en que no es militante, sólo amiga personal del Chico, y que no conoce a nadie ni sabe nada.
La alzan para colgarla de los brazos y piernas de unas barras situadas encima de la cama. Siguen aplicándole la corriente. Amelia pierde la noción del tiempo, soñolienta, semiconsciente apenas. necia, sigue inventando respuestas: "Los documentos me los dejó un tal Roberto". Insisten y la insultan. Finalmente la desprenden y la arrastran por el suelo; las manos tocan un cuerpo insensible, dedos en la vagina, una violación. El Guatón Romo le pasa un plumero por los vellos del pubis: "¿Te gusta, puta, te gusta?". La levantan; una vez de pie, dos hombres la sostienen y otros dos la golpean. Se dobla por el estómago y le corre sangre por la vagina. La obligan a vestirse. Las groserías no cesan.
Amelia pregunta la hora. Son las ocho de la mañana.
Es terrible, pero soportable.
Empiezan de nuevo. esta vez las descargas son más prolongadas, sobretodo en el ano, la vagina y los pezones. Frases: "¿Tú eres la amante de fulano? Anda, contesta: ¿Con quién te acuestas? Huevona, puta.Queremos casas y nombres de miristas...". Amelia balbucea una respuesta, no tiene nada preparado. Más bien nos habían dicho: hay que aguantar, no decir nada, no soltar nada, ni siquiera tu nombre. Amelia miente y se acumulan las incoherencias; las contradicciones de una confesión forjada al impulso de cada descarga quedan al desnudo unos minutos después. Amelia insiste en que no es militante, sólo amiga personal del Chico, y que no conoce a nadie ni sabe nada.
La alzan para colgarla de los brazos y piernas de unas barras situadas encima de la cama. Siguen aplicándole la corriente. Amelia pierde la noción del tiempo, soñolienta, semiconsciente apenas. necia, sigue inventando respuestas: "Los documentos me los dejó un tal Roberto". Insisten y la insultan. Finalmente la desprenden y la arrastran por el suelo; las manos tocan un cuerpo insensible, dedos en la vagina, una violación. El Guatón Romo le pasa un plumero por los vellos del pubis: "¿Te gusta, puta, te gusta?". La levantan; una vez de pie, dos hombres la sostienen y otros dos la golpean. Se dobla por el estómago y le corre sangre por la vagina. La obligan a vestirse. Las groserías no cesan.
Amelia pregunta la hora. Son las ocho de la mañana.
"Estuve cinco horas en la parrilla... y estoy contenta, orgullosa, de haber aguantado".
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