Canción cebolla

"Tampoco hay pautas sobre qué resulta o no adecuado al describir sentimientos, y por eso las canciones de amor se disparan tan cerca o tan lejos como llegue la honestidad de su intérprete.
Junto a los baladistas en serie que la industria musical modela, produce y entrega a las radios, persisten quienes creen que no debe haber orden ni moderación cuando el idioma es el arrebato.Son cantores sin cálculo, que suelen quedar del lado menos lucrativo pero más entrañable del negocio.
Hay -como amantes- canciones románticas medidas y cobardes. Una gruesa tajada del negocio musical se afirma con la producción en banda de baladas sonsas que han maleducado a generaciones. Son réplicas de historias sin referencia empírica, carentes de detalles, indistinguibles entre sí, sostenidas en una fórmula de sólo aparente desborde sentimental.
Peor que el cliché: son el desgaste.
Desde la justa suspicacia hacia ese romanticismo aséptico, el desborde de la canción sentimentalista - melodramática, "cortavenas"...cebollenta - es por eso una expresión de rebeldía, que merece un trato considerado en el relato sobre música popular y sus claves sociales. Acoge historias y significados vastos, elocuentes de marcas culturales, y no ha necesitado de la atención oficial para cruzar, indemne, generaciones. Su latido poderoso sostiene el pulso de un sentimiento colectivo que no repara en los brillos de las modas ni la venia de los analistas."

-De la introducción del libro "Llora, corazón. El latido de la canción cebolla" de Marisol García -


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