La verdadera flor

Cuando la reina de Saba recibió la visita del gran Salomón, con quien rivalizaba en sabiduría, le propuso un enigma. Lo llevó a una habitación de su palacio donde unos prodigiosos artesanos habían llenado el espacio de flores artificiales. Parecía un milagroso prado, donde múltiples flores desprendían su aroma y se balanceaban suavemente bajo el efecto de una desconocida brisa.

- He aquí mi enigma - dijo la reina-. Una de estas flores, sólo una, es una flor de verdad. ¿Puedes señalármela?
Salomón miró atentamente a su alrededor. Recurrió a lo más delicado de su sensibilidad, de todas las fuerzas de su concentración. No pudo señalar la flor de verdad. Entonces, como estaba sudando, le dijo a la reina de Saba:
- Aquí hace un calor poco habitual. ¿Puedes pedirle a uno de tus sirvientes que abra una ventana?
La reina ordenó que se abriese una ventana.
- He aquí la verdadera flor- dijo el rey un momento después.
No podía equivocarse. Una abeja que había entrado por la ventana acababa de posarse en la única flor de verdad.
Si siempre es difícil ser Salomón, dicen los comentaristas de esta historia, todavía es más difícil ser abeja. Pero lo más difícil, en todas las épocas, es ser la flor.

- Uno de los relatos de "El círculo de los mentirosos" de Jean-Claude Carriére -


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