Películas piratas

“... conocí una señora que adoraba las películas que le vendían en la feria. Me contó que su marido no soportaba esas funestas copias piratas caracterizadas por el pulso tembloroso del camarógrafo, las sombras de espectadores moviéndose y una banda sonora “enriquecida” por sorbeteos de bebida, risas y ruidosas cabritas. Su marido veía sólo películas originales y en Blu-ray. La señora me dijo que las películas de la feria le gustaban no porque fueran más baratas, sino porque venían “acompañadas”. Ella pasaba sola en la casa y cuando ponía una de esas películas pirateadas, se sentía acompañada por las risas y sonidos de la gente. 
“Aquí el cliente y la película siempre tienen la razón”, le decía el chico que las vendía. Me contó que se emocionaba mucho cuando después del puesto de las papas, pasando los tomates y las cebollas, las lociones y las pantys, la esperaba el muchacho con las carátulas fotocopiadas sobre un paño en el suelo. 
─Oiga ─me dijo─, si hasta tengo una película en que se levanta justo la señora que está delante mío y no vuelve más.
Ella notaba que había mucha o poca gente en la sala cuando los asistentes se reían. Mientras más risas, más acompañada estaba. En los dramas, le costaba mucho adivinar si la acompañaba gente o era la única presente. “Es como en la vida, ¿No? En los momentos buenos te acompañan, en los malos, sientes la ausencia”.
Le encantaba escuchar roncar o estornudar dentro de la sala de cine. Le costaba diferenciar si esos sonidos eran de la cinta o del público. Me dijo que siempre había una butaca para ella en las películas piratas.
Una de sus favoritas era Rápido y Furioso 4, pero no tanto por la trama, sino porque llora una guagua durante toda la proyección. “¿Quién mete una guagua a ver una película así?”, me dijo entre risas. Su parte favorita era, sin embargo, cuando la guagua llora y se escucha el “SHHH!” de toda la gente. Cuando ella lloraba o reía viendo películas piratas, los espectadores no la miraban raro, como su marido. 
El chico que le vendía las películas era de San Bernardo y tenía 22 años. Murió en el incendio de la Cárcel de San Miguel en el año 2010 y se llamaba Bastián Arriagada. Su crimen: vender películas pirateadas. Las de la saga Rápido y Furioso se las había pasado él. Un juez juzga a un individuo, ese individuo tiene una condena según el código penal, pero esa condena es estar en una cárcel normal, no en una cárcel saturada. ¿Vendiste películas piratas y te ponen al lado de un homicida? ¿Los derechos de autor por sobre los derechos humanos? El código no lo condenaba a eso.”

- Extracto del relato "Dura de matar" que aparece en el libro "Tracking" de Gonzalo Frías -


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