Por qué nadie nunca sabe lo que sucede

El sufrimiento humano (no el dolor animal, provocado por estímulos materiales) es producto de una ilusión: la percepción del tiempo.
No es posible que alguien sufra "por lo que le sucedió ayer" o "por lo que no le sucedió ayer", ni tampoco es posible que se preocupe "por lo que va a sucederle mañana" o "por lo que no va a sucederle", ya que ayer y mañana no tienen ninguna existencia real. El transcurrir del tiempo y la duración de los hechos son sólo abstracciones enunciativas que tratan de dar movimiento a algo que no se sabe siquiera si se mueve.
La especie humana sufre la más insólita de las ignorancias: no sabe dónde está (aunque se estructure la ilusión denominada mundo, universo, galaxia, etcétera). Y si esto fuera poco, la especie tampoco sabe lo que está haciendo.
En su ciego y brutal esfuerzo por hacr existir aquello que designan, las palabras cavan en sí misma, creando alucinaciones tales como el alma, psiquismo, inconsciente, mundo interior. Tal mundo no existe: ni siquiera las tripas son mi interior, pues yo también soy ellas. El "mundo interior" existe debido a la complicidad complotante entre las palabras "mundo" e "interior", ambas apariciones fantasmales que la percepción jamás podrá ubicar.
Lo que las palabras consiguen con su mecanicidad asociativa es permitir que el hombre se explique a sí mismo. Las explicaciones que el hombre se da a sí mismo para ocultar su ignorancia le permiten sobrevivir en un mundo de fuego y de hielo, de huracanes y de vértigo. Su cerebro zumba, y con ese sonido -que él denomina lenguaje o pensamiento- consigue dormirse. El hombre es ese ser que duerme cuando habla y sueña que comprende lo que dice.

- extracto del artículo "La ilusión de comprender" de la revista argentina Cerdos y Peces, febrero 1990. Firmada por el licenciado José Luis Galeano. El texto aparece en el libro "La vida es un bar" de Enrique Symms (el verdadero autor) -

Collage de Gabriela Sánchez


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