Cinema Paradiso

"Cinema Paradiso" (1988, Giuseppe Tornatore)
Director's cut

Un melodrama lleno de amor por el Cine y empapado de nostalgia por una época (un tanto idealizada) en que las salas de Cine eran el corazón de los pueblos. Un clásico del cine italiano y mundial.

El pequeño Salvatore "Toto" encandilado por las películas y su maquinaria se hace amigo del proyeccionista Alfredo (Philippe Noiret). A través de su infancia y adolescencia vemos también el paso del tiempo en el pueblo con sus historias y personajes.
La película comienza cuando Salvatore, ya grande, dedicado al Cine, vuelve a su pueblo natal al funeral de Alfredo, ahí emergen entonces todos sus recuerdos.

Originalmente este film duraba 155 min, y como no le fue bien en Italia, el corte internacional fue recortado a 123 min, lo que la llevó a ser un éxito.
Ya en este siglo aparece el corte del director, que aumenta su metraje a 175 min. 
Antes de la comparación, explicito mi preferencia por la que conocemos (123 min), y no recomendaría ver la extendida, salvo para curiosos.
Su extensión genera una película más floja y pesada, principalmente por los nuevos detalles sobre la separación y el reencuentro, décadas después, entre Salvatore y Elena. Se convierte entonces en una película que deja entreabierta una realidad más dura y donde se entiende que Alfredo tuerce los destinos de los amantes. Y aunque el final es igualmente emocionante (yo lloro siempre), las simples dos horas lograban aglutinar una suficiente densidad de recuerdos con los que uno además podía verse reflejado. Casi todos tuvimos un amor de verano, pero no todos tenemos una historia más intrincada posteriormente.
Es finalmente el aura dulzona de la añoranza la que da fuerza al film que conocemos .

La primera vez que la vi fue a los 16 años, en ese momento se transformó en mi película favorita, porque casi no había visto nada más. Ahora la hallo inocentona, me gusta, pero la veo con más distancia. Me quedo con la secuencia final y la encantadora música de Morricone que nos transporta a ese pueblo italiano y a esa inocencia infantil y juvenil. Tal vez cuando niños somos un pueblo y cuando grande nos transformamos en ciudad.


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