El abismo de la muerte

Cuando el guerrero llega al borde del abismo de la muerte, salta en él en posición de combate. El bailarín se arroja con paso de baile. El místico, en psotura meditativa. El tonto tropieza y cae. Es curioso lo que hace el elegante: antes de caer, se da vuelta y saluda.
Ninguna moral -es decir, un arbitrario código de costumbres determinado por las epocales conveniencias de quienes detentan el poder- justifica valorativamente la existencia humana. Ni siquiera la ética -en cualquier caso, una visión superior a la moral, ya que nace de una elección y de un esfuerzo voluntario por solidarizarse con los sufrimientos de los prójimos- puede ser mencionada como una cualidad del ser, ya que tal ética nunca es espontánea. Tampoco la belleza puede ser sustento ontológico porque, como decía Rilke, sólo es el cobertor que tapa el horror de la existencia

- Enrique Symms. De Cerdos y peces, 1989 -


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