El efecto Kuleshov

Alrededor de 1920, el director y teórico soviético Lev Kuleshov realizó un experimento en su taller en Moscú para medir la reacción del público ante ciertos pares de imágenes. Utilizando un primer plano del ídolo prerrevolucionario Ivan Mozhukin sin expresión alguna, lo intercaló con las imágenes de un cuenco de sopa, una mujer en un ataúd y una niña con un muñeco (hay otras descripciones del experimento que incluyen también la puerta de una celda abierta). Parece ser que al ver esta yuxtaposición de imágenes, el público vio diferentes emociones en el impasible rostro del actor dependiendo de la toma junto a la que aparecía (hambre, tristeza y amor paternal, respectivamente). Cada espectador se convertía así en narrador al deducir una relación causa-efecto entre dos tomas sin relación alguna. En lugar de recibir las imágenes pasivamente, el público participaba de forma activa creando significado, lo que suponía interactuar con el medio cinematográfico. Este descubrimiento, que hoy en día se considera un principio fundamental del cine, contribuyó a consolidar la importancia del montaje en el cine soviético, pues demostraba que las tomas individuales no son tan importantes como sus secuencias. De hecho, Kuleshov, que además intridujo la palabra montaje, llegó a la conclusión de que éste podía cambiar el significado de cualquier toma, lo que dio relevancia a la figura del director por encima de la del actor. Al proponer que la interpretación de un actor se ve subordinada al contexto, el efecto Kuleshov sugiere también que una interpretación comedida puede intensificar la emoción que se transmite al espectador. En los últimos años, los intentos de repetir el experimento con un público moderno y más acostumbrado a complejos estímulos visuales han dado un resultado que contradice la teoría original. No obstante, el principio de Kuleshov sigue siendo una evidencia de la fuerza de la intuición.
- Texto de Robert Keser que aparece en el libro "Momentos clave. 100 años de Cine" -

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