La danza

 Es conveniente recordar que el arte narrativo tiene más años que el uso de la palabra. No sabemos con precisión cuándo el hombre empezó a hablar, pero si damos la cifra de 10.000 años los especialistas gritan a la exageración absoluta. ¿9.000 ó 7.000? Ahí ya no hay acuerdo unánime y podríamos instalarnos en los 8.000 con alguna inocencia. Lo que sí sabemos es que antes se comunicó gestualmente, acompañado con sonidos guturales y rítmicos movimientos. Por eso es que se le suele adjudicar a la danza la responsabilidad del origen del arte y de las narraciones. La palabra al aparecer como instrumento nuevo de la comunicación se encontraría con un repertorio de historias que ya habían sido bailadas desde que el grupo humano se había constituido como tal, unas cuantas decenas de milenios antes.

Es indudable que las historias danzadas sufrieron más de algún cambio cuando pasaron a ser relatadas oralmente. No podía ser de otra manera, ya que implicaba esto un cambio de estrategia comunicacional de no poca cuantía. Al cambiar la forma cambian inevitablemente los contenidos. Obviamente el cambio no fue nunca drástico, ni excluyente, de hecho la danza sigue su existencia en paralelo con la palabra, como la literatura y el cine tampoco han hecho desaparecer la oralidad. Pero no es posible que el cambio de un código a otro no afecte lo que se quiere decir con su uso. Cada forma comunicacional existe porque es capaz de expresar mejor ciertas ideas que otras, por lo que cumplen una función esencial en el fenómeno de la expresión. Y afortunadamente no son excluyentes como se quiso pensar en más de alguna ocasión.

- extracto del libro "La verdad imaginaria. Los mitos van al cine" (2013) de Vera-Meiggs -




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