El final de la era de Piscis
Se suponía que los domingos fueran
alegres, y yo los esperaba (se suponía que los esperaba).
Los domingos debían
amanecer vestidos de sol, y debían
tener un fondo de campanas de
iglesia y sabor a hostia de
primera comunión, sabor a algodones
con crema nestlé.
Pero venían vestido de dormitorio
y de cajón donde se guardaban las ropas para domingo
de clóset donde había zapatos
para los domingos, y a veces estaba
lloviendo, y claro, a veces habían
campanas de iglesia al fondo;
al fondo hondo, pues al fondo
de ahí estaba el chancho que de encerar
que pasaba mi mamá antes de
ir a la iglesia. Los domingos tenían
sabor a los barquillos comprados
fuera de la iglesia.
No eran alegres, los domingos. Los esperaba
sólo para ver lo feo que era mi caso en
las mañanas, sin tener que hacer y tratando
de creer que había algo que hacer que era
más entretenido que ir al colegio. Convenciéndome
que era agradable, convenciéndome que
valía la pena haber gastado esa plata en
un barquillo, convenciéndome que era domingo.
- Inicio de "El final de la era de Piscis" que aparece en el libro "Buelos Barios: Boladas Boludas" de Rodrigo Lira -
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