El agente topo

 El agente topo (2020, Maite Alberdi)


El cuarto largometraje de la documentalista Maite Alberdi es muy atractivo en su premisa. El octogenario Sergio, recientemente viudo, es contratado como espía para entrar y averiguar en un asilo de ancianos como es tratada una de las veteranas. Su aprendizaje y posterior investigación dentro de la institución es mostrada con humor y ternura.


Por mucho tiempo los trabajos documentales han sido tratados con prejuicios, confundiéndolos con reportajes. Incluso todavía algunos espectadores exclaman "es un documental, no una película", definiendo a la película como un producto netamente de ficción. Pero actualmente gracias al respeto y entusiasmo que ha generado este género en festivales y que luego se han contagiado a las salas, sumado a su inclusión relevante en plataformas on line, se va volviendo evidente la difusa línea entre la realidad y la ficción. De hecho ya en muchos lugares la clasificación actual es Ficción y No Ficción, pues esta último puede adoptar nuevas formas híbridas.


A mi parecer, todo es falso en el cine y la única verdad es esa conexión humana a la que algunos creadores llegan a través de material ficcionado y otros a través del registro sin intervención, aunque es justamente esta última característica la que genera confusión, pues en el documental también se interviene, poner una cámara, a veces un micrófono, a veces incluso luces, ya es intervenir. Encuadrar, editar, saltar en el tiempo. Todo eso no ocurre como en la realidad. Insisto, todo es artificio. La verdad de un film no está en su materia prima.


Dicho esto "El agente topo" pone en evidencia su forma de trabajar, todos sabemos que hay cámaras. Lo que no sabemos es hacia donde se dirige la historia. El espía es el espiado, pues acaba siendo el motor de su propia búsqueda, su ojo nos abre los ojos como sociedad ante el mundo de una vejez que aparece ligada no sólo a la enfermedad y la muerte, sino que a la soledad. Sergio debe pasar piola y se transforma en el rey de la fiesta. Resulta ser un pésimo espía, pero con un gran corazón.


Como espectadores somos tan ingenuos como el protagonista, vamos por una cosa y hallamos otra. Notamos además que no funcionaría de igual manera si esto fuera un guión o una producción de ficción, a pesar que los personajes y elementos son condicionados en su actuar. En el interesante cortometraje "Las peluqueras" (2007) que Alberdi codirigió, ya se pueden ver el uso de esa triquiñuela, al empujar la realidad para que las cosas sucedan. Se abre también ahí el debate sobre lo ético, discusión que ya había aparecido en "Los niños" y que para resolver hay que ir caso a caso.

Alberdi posee una sólida y recomendable filmografía y aunque ha retratado diversos ambientes y personajes, su estilo es muy particular en el uso de los planos y la música para el armado dramático y estético. En "El salvavidas" (2011), "La Once" (2014) y "Los niños" (2016) la selección y combinación del material extraído de la realidad nos conduce por un camino de indagación de las relaciones humanas. Además de ser un registro idiosincrático, se retratan mundos donde hay reglas establecidas que sus personajes quieren a veces desafiar, a veces defender. Se enfrentan a la adversidad del entorno que los interpela a ellos mismos y, de rebote, al espectador.



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