La última risa

 Der letzte Mann (1924, F.W. Murnau)

La película sigue la carrera de un veterano portero de hotel (Jannings). El protagonista se siente muy apegado a su trabajo en el prestigioso hotel, al elegante uniforme con el largo abrigo y los brillantes botones de latón, así como a la sensación de utilidad y orgullo que conlleva llevar mucho tiempo desempeñando un papel que proporciona cierto estatus. Con lo que no había contado era con los estragos de la modernidad, aunque el tráfico y las oleadas de desconocidos le hagan sentirse bien cada día. Resulta que la dirección del hotel le considera demasiado mayor e incompetente y le ha sustituido por un hombre más joven; pero hay un puesto disponible para él: en los lavabos de caballeros...
La puerta giratoria de cristal por al que parece el portero alegremente al comienzo de la película simboliza la incertidumbre del trabajo y del equilibrio psicológico en un ambiente tan precario. Para él esa puerta es invisible, pero no para nosotros. No tardamos en comprender que no sólo la entrada y salida del hotel es revolucionaria, lo es también toda experiencia en una época de constante cambio. En un momento dado, al salir del hotel, el portero no ve su sustituto, que está entrando al mismo tiempo. La película construye la experiencia de este hombre como si de una puerta giratoria se tratara; una puerta que, de repente y sin esfuerzo aparente, lo lleva en la dirección equivocada, lo hace girar y girar y entonces el espacio entre dentro y fuera, entre el ayer y el mañana, sencillamente desaparece de manera casi mágica.
- texto de Murray Pomerance que aparece en el libro "Momentos clave. 100 años de Cine" -


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