Ben-Hur (1925)

La recién creada Metro-Goldwyn-Mayer invirtió todo su efectivo en esta adaptación del bestseller de Lew Wallace; los 6 millones de dólares que costó la convirtieron en la producción más cara de la era del cine mudo, toda una proeza teniendo en cuenta que en el prolífico Hollywood de la época se había reproducido desde Babilonia (para Intolerancia de D.W.Griffith, 1916) hasta Montecarlo (para Foolish Wives de Erich Von Stroheim, 1922). El especialista en escenas de acción B. Reeves Eason recibió el encargo de adaptar la carrera de cuadrigas del teatro (donde aparecían los caballos sobre plataformas giratorias) a la gran escala del cine.

Se colocaron 42 cámaras (más de las que se habían utilizado en cualquier otra producción) en torres, grúas y en el suelo, y se consiguió que aquella escena de 12 minutos, que parecía una película dentro de la película, tuviera secuencias de extraordinario dinamismo. Mientras toda Antioquía llenaba el gigante coliseo, las trompetas resonaban y el viejo resentimiento existente entre Messala (Bushman) y el orgulloso judío Ben-Hur (Novarro) se convierte en una rivalidad a muerte. Pronto vemos rápidas tomas de cascos de caballos golpeando el suelo y crines ondeando al viento mientras las cuadrigas avanzan a toda velocidad y algunos de los participantes caen al suelo. Al final, Messala muere en un choque de animales y carros, y el héroe aparece triunfal bajo una lluvia de pétalos de rosa. Futuros cineastas utilizarían ideas de esta escena para crear espectáculos de ritmo vertiginoso y emoción en películas tan dispares como Alexander Nevsky de Sergei Eisenstein (1937), Star Wars de George Lucas(1977), Hero de Zhang Yimou (2002) y, por supuesto, el remake de Ben-Hur que firmó William Wyler en 1959 y en el que, una vez más, un segundo director, Andrew Marton, se hizo cargo de la carrera de cuadrigas y consiguió igualar la emoción del original.

- texto de Robert Keser que aparece en el libro "Momentos clave. 100 años de Cine" -