Me hundiré con el continente que habito

 "Me hundiré con el continente que habito, con mi siglo y con mi pueblo, con la tierra entera y sus planetas, con los ejércitos de los ejércitos, rugiendo,

en el espantoso océano infinito que soy y del cual soy náufrago,

sin haber entendido nunca, comprendido nunca por qué se existe, qué existe y qué no se dispersa, derrama, disgrega, qué es lo que constituye el yo tremendo, qué es lo que constituye la diferencia de lo que difiere, la médula del átomo, mi átomo, tu átomo, qué son los átomos del muerto y no son el muerto, y lo querrían,

cómo se gasta el tiempo, si no es un cuchillo ni un zapato en el cuello de un muerto, y qué muere, cuando muere el hombre y muere

en sus pupilas el último atardecer, agonizando con espanto de cataclismo, arrastrando todas las cosas en esa gran caída sin fin, en la cual adentro nos derrumbaríamos;

pero, por algo existo y respiro, existo, como existe un puñal, un sombrero de perro zorrero, un fakir o un caballo,

y no soy el escupo del gusano, ni el pan del militar, que traicionó a un calzoncillo estrellado, y lo fusilan por la espalda, ni el ideal de la puta divina,

ni el moco del tonto, al cual le amarran la banda tricolor en la guata;

porque yo no comienzo aquí y termino ahí, no, yo no comienzo, yo no termino, yo comienzo en la gran época en la cual se forjaron todos los mundos, cuando la nada flotaba en la nada, es decir, yo comienzo en donde el principio es el principio del principio,

yo termino en el tiempo del ojo del muerto, en el espanto de la muchacha asesinada por un fantasma, a la orilla en que el hombre se cae al vacío, en el alarido del aterrado frente a frente al infierno,

en la cuchara abandonada por sus antepasados, en los extramuros de la ciudad maldita, entre cerdos, niños, perros y mujeres, que en grande hambre emputecieron, en la aldea abandonada, en la vasija abandonada por el antiguo soldado de Pompeya, en el santo de palo santo, que posee un sexo de cuero de pecho de trueno, y un ojo de oro,

en el ideal que la señora apasionada tiene metido debajo del ombligo, como la espada de las matanzas,

sí, en los degüellos históricos, en los cataclismos de la guerras tremendas de religión y sus batallas, sí, en las masacres de clases, sí, en los fusilamientos del Ródano y en la hoz amarilla de la guillotina, sí, en la bandera negra que los corsarios enarbolaban, medio a medio de su hombría de varones de sangre;

he ahí cómo y cuándo los antiguos dioses perdidos, rodeados de apostasía, musgo de muros muertos, infinitamente solitarios, gritan en mi interior el resplandor de las religiones perdidas,

sí, Jehová y Thor pelean un hueso de perro en mis entrañas, moviendo los hierros del trueno, que aterró al antepasado, y la tempestad desgarradora, que engendró la oración y el poema."


- Extracto del poema "Demonio a caballo" que aparece en "Morfología del espanto" (1942) de Pablo de Rokha -



Comentarios

Entradas populares de este blog

Emborráchense

Lucho Awards 2022: Libros

Los anárquicos reyes, los descarriados magos